
La Martinica es uno de los cinco departamentos de ultramar de Francia y como tal, es parte de la Unión Europea y su moneda es el euro. Se encuentra a 6858 kilómetros de la metrópolis en el archipiélago de las Pequeñas Antillas.

Su clima es tropical, cálido y húmedo con una temperatura anual media de 26ºC. Tiene dos estaciones: “la carême” o estación seca, de diciembre a mayo y “l’hivernage” más húmeda, de junio a noviembre. La isla es muy soleada pero la presencia de los vientos alísios mantiene un clima suave sin calor excesivo.

La Martinica ofrece una gran diversidad de paisajes de gran belleza.

El norte es montañoso. La Montagne Pelée, con 1397 metros de altitud es el punto más alto de la isla y es un volcán todavía en actividad. La última erupción ocurrió en 1902.

Los Pitons du Carbet tienen 1207 metros de altitud.

En esta parte de la isla, las playas son de arena negra y la vegetación es abundante.

La selva tropical con altos arboles y helechos cubre una superficie de 1500 hectáreas.

Es atravesada por la impresionante “Rivière Blanche” que nace en los Pitons du Carbet.

La “Route de la Trace” que va desde la ladera des Pitons du Carbet hasta la Montagne Pelée es una de las más bellas de la isla.

En el sur, los paisajes son más áridos, con colinas (“les mornes”) de hasta 500 metros de altitud. La costa ofrece numerosas bahías tranquilas, islotes, y esplendidas playas de ensueño bordeadas de cocoteros con arena blanca, aguas cristalinas de color turquesa…

La playa des Salines es una de las más bonitas.

Los manglares se extienden principalmente en el centro y el sur de la isla y en particular en la bahía de Génipa. Estos bosques muy peculiares albergan numerosas especies de animales y son esenciales para la protección de las costas y de la barrera de coral.

En la costa atlántica, entre la península de Sainte-Anne et Le Robert, a unos cientos metros de la orilla, hay zonas donde los fondos de arena se encuentran a poca profundidad. Se accede a ellos en barco.

Las aguas son tranquilas y transparentes y la arena blanca. Los fondos blancos de la Baignoire de Josephine, llamados así porque según cuentan, la emperatriz Joséphine, se bañaba allí (antes de ser emperatriz), son los más famosos.

Fort-de-France es la capital de la isla. Su bahía es una de las más bellas del mundo. Sus principales atractivos son sus mercados, su jardín público “La Savane”, la fortaleza Saint-Louis, la catedral Saint-Louis y la biblioteca Schoecher.

A 10 kilómetros de la ciudad, el jardín botánico de Balata ofrece un recorrido fascinante por el mundo de la biodiversidad. Alberga más de 3000 especies de plantas tropicales, árboles, flores colibrís, reunidos en unas colecciones únicas. Las vistas desde los pasajes colgantes son impresionantes.

En frente de la Montagne Pelée, se encuentra la Ciudad de Saint-Pierre apodada antaño « el pequeño Paris de las Antillas ». Fue completamente destruida por la erupción del volcán en 1902. Hoy reconstruida, conserva numerosos vestigios de su pasado. El museo Franck Paret cuenta la historia de esta ciudad que fue la capital cultural y económica de la isla.

La cocina de la Martinica refleja la identidad de la isla: es el resultado de la mezcla de varias culturas: africana, amerindia y francesa. Variada, coloreada, especiada y refinada ofrece numerosos platos para el disfrute del visitante: accrats, colombo de pollo o de pescados, budín criollo…

El ron es parte de su patrimonio nacional y es el único en el mundo que tiene una AOC.

L’Habitation Clément, antigua plantación de caña de azúcar, hoy convertida en museo cuenta la historia del ron y muestra todas las actividades relacionadas con su fabricación.
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